martes, 31 de julio de 2012

miércoles, 25 de julio de 2012

El gallo y otros objetos de Michel Blazquez por Ignacio T Granados

El totemismo de las primeras religiones sería la extraña compulsión formal que persiste en las artes primarias; entra las que no están la literatura, tan cara a lo intelectual, ni la música como objeto suficiente y de destino; pero sí se encuentran las artes plásticas y el teatro, por lo que ambas tienen de representación de lo real en sus determinaciones, no de interpretación ni ordenamiento. El fenómeno habría persistido en subterfugios sicológicos, para explicar las recurrencias temáticas de los artistas; que como historias de los autores sobre sus obras, son tan poco creíbles como la opinión del lego de cañón, que no es ni siquiera diletante.

La pintura de Michel Blázquez tiene esa recurrencia temática, aunque fluctúa en varios objetos y no se limita a ninguno de ellos; pero uno de estos objetos suyos es el gallo, de amplia presencia y prestigio en la pintura —¡hasta Miró tiene un gallo!—. Obviamente, él tendrá alguna historia más o menos dramática o pintoresca que explique esta recurrencia de sus gallos; pero esa historia limitaría su valor a la explicación que él mismo da de sus impulsos, y por tanto no sería tan interesante como los gallos mismos, que son [un] objeto real. Curiosamente, estos animales en la pintura son un signo de bulliciosa vitalidad y hasta de graciosa fiereza; pero a diferencia de esa tradición, que tiene su epítome nacional en el simbolismo de Mariano, los de Michel tienden más a la representación de una calma y complaciente opulencia. En esa línea estaría más cerca de Antonio Gattorno, con la variedad de que en Gattorno no eran un objeto central; como sí lo son en estas representaciones de Michel Blázquez, hasta casi rebasar el marco de la pintura con minucioso —aunque no formal— detallismo. Ese, el detalle, sería el otro detalle en estos gallos de Michel Blázquez; una textura que les resuelve el plumaje como un brocado de Velázquez, aumentado a lupa porque es fovista, y en el que abunda la sensación de vitrado.

Reminiscencia quizás de un insólito pasado campesino en un capitalino, eso tampoco importaría mucho; porque hasta esa reminiscencia es una representación de otro objeto mucho más amplio y ambiguo, que es la nostalgia y el desarraigo. Sí transparentan sus gallos la opulencia de quien con poco vive y se establece toda una ontología [ética] en esta suficiencia suya; una manera un poco retorcida de exhibicionismo, que le restriega al mundo su propia altanería como una rebelión más pertinaz y persistente que un arrebato político. Aunque totémico, Blázquez de todos modos no se limita a estos tótems sino que es mucho más amplio, aunque siempre primitivista; difícilmente más hermoso, no parece sin embargo que sea la belleza explícita su objetivo en ese primitivismo suyo. Formado en los tardíos cultos vanguardistas al expresionismo y el arte performático típicos de la álgida primera mitad de la década de 1980 en Cuba, retiene la impronta expresionista; logrando que el dibujo mismo participe del fovismo dramático, y se inscribe en la amalgama del último surrealismo, pero con una insólita serenidad que lo impulsa al grabado.



Un cuadro suyo se llama Las travesuras del fauno, y cambia la perspectiva del trema ya clásico y repetitivo; el fauno espía a una pareja que hace el amor, y es la escena sexual la protagonista, no el voyeur que ni durmiente espía, diciendo que desea. Del esplendor del gallo al sexo espiado por la sobrenaturaleza, las compulsiones de Michel son más que interesantes por la sugerencia ni tan sutil; los expresionistas se rebelaron contra el naturalismo positivo de los impresionistas, y Michel habla quizás de un naturalismo negativo para encajarnos su excepcionalidad. Hay que reconocer que el Surrealismo [¡paradoja!] otorgó el valor Intelectual al que se negaba a la pintura, salvando la dignidad del Romanticismo; que luego de las maricadas literarias en que incurrió en la Germanía precisaba de alguna reivindicación que lo hiciera aceptable a la revuelta fovista; pero es como si sólo un ambiente tormentoso así pudiera acoger la representación de esta extraña objetividad de Michel Blázquez, con objetos que son elusivos de por sí y que exigen este tipo de tratamiento para no caer en la alevosa alegoría.




Blázquez, hay que reconocerlo, se regocija en su nostalgia, se revuelca en ella y vigila que no se la curen; reclama que tiene derecho a esta incomodidad que espeta al mundo su indiferencia ante lo humano. Eso es un discurso pero no es sólo legítimo, también está magníficamente resuelto en una plástica madura y suficiente; su no-Interpretación sino representación pura de la iconografía nacional así lo demuestran, desde el abolerado José Martí con Lágrimas negras hasta las vírgenes que logran ser la tierra deseada y ya no prometida; pero que es también la base [moral] para una mirada al mundo e integrarle sus íconos en una simbiosis genial, como ese de la banda Anónimus y la Estatua de la Libertad.
Ignacio T Granados      Wednesday, July 25, 2012
Tomado del Blog Dirty City

Silla con fondo rojo (2012)


Silla con fondo rojo (2012) acrylic on canvas 24x18in (july.25)

viernes, 20 de julio de 2012

Perdida total

Ayer ocurrio un incendio
en el ático de mi cuerpo,
se quemaron todos tus recuerdos,
perdida total.




(libreta de apuntes "Bisagra"2003)

jueves, 19 de julio de 2012